jueves, abril 16, 2020

El tiempo no es el tiempo.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Salíamos del restaurant y entraba ese actor disfrazado de otro con un arma diciendo que otro vendría a asaltar el local. Al minuto entraba el ya anunciado, idéntico al anterior, siendo aniquilado por un escopetazo. Al salir pensaba como había ocurrido que dos personas podían lucir idénticas y un amigo me decía que tenía que ir al baño y luego me mostraría como se lograba eso. Así como en una película de ciencia ficción, recuerdo unas luces que salían y luego veía gente duplicada por todos lados, un asaltante que seguía a otro con un arma y este a la vez seguido por otro igual y este por otro más. Por todos lados veía gente duplicada, era de noche y los autos pasaban. Decidí alejarme pues buscaba mis duplicados, iba por las calles y había gente por todos lados, algunos diferentes en grupos de distintas personas, pero en una versión más joven (pasada) a la que los recordaba, intentaba a encontrarme a mi mismo en la multitud y una mujer me buscaba pues decía ser mi esposa, de inmediato otra, más joven me decía lo mismo y finalmente una que posiblemente estaba en el colegio. En ese momento vi lo impropio de tener tres personas y ubique a la versión más joven de mi que podría hacer pareja con la más joven de mi grupo de esposas. Me puse a pensar que el distanciamiento social era imposible. Intenté buscar explicación a lo que ocurría con un vendedor mientras me encontraba con un actor cómico conocido con la edad que tenía cuando vi su primera película. Me sentía más curioso de ver tantas personas en distintas edades pero siendo las mismas, y al mismo tiempo. Pensaba que de alguna manera el tiempo ya no existía porque nuestras versiones a través de los años estaban conviviendo en el mismo espacio tiempo que ya no éramos duplicados sino una paradoja en armonía.